martes, 24 de septiembre de 2013

HOY MARTES 24 DE SEPTIEMBRE

Hoy martes ya hemos empezado a trabajar más fuerte.
Una vez acabadas las pruebas iniciales, nos ponemos con los libros por derecho.
Hoy llevan varias cosillas de tareas para casa. Tienen que leer en casa. Debéis proporcionarles cuentos y libros de consulta. Así como contarles cuentos.
 
MATES: Escribir con número y con letra en el cuaderno de 10 en 10 hasta el 90.
LENGUA: Lectura: "Juan el distraído", de Rodari.
CONO: Quien no la terminara, acabar la página 45.
 
 
Juan el distraído
 
- Mamá, voy a dar un paseo.
- Bueno, Juan, pero ve con cuidado cuando cruces la calle.
- Está bien, mamá. Adiós mamá.
- Eres tan distraído...
- Sí, mamá. Adiós, mamá.
Juanito se marcha muy contento y durante el primer tramo de calle pone mucha atención.
De vez en cuando se para y se toca.
- ¿Estoy entero? Sí - y se ríe solo.
Está tan contento de su propia atención, que se pone a brincar como un pajarito, pero
luego se queda mirando encantado los escaparates, los coches y las nubes, y , lógicamente,
comienzan los infortunios.
Un señor le regaña amablemente :
- ¡Pero qué despistado eres! ¿Lo ves? Ya has perdido una mano.
- ¡ Anda, es cierto! ¡Pero que distraído soy!
Se pone a buscarse la mano, pero en cambio se encuentra un bote vacío y piensa : "¿Estará
vacío de verdad? Veamos. ¿Y que había dentro antes de que estuviese vacío? No habrá
estado vacío siempre, desde el primer día..."
Juan se olvida de buscar su mano y luego se olvida también del bote, porque ha visto un
perro cojo, y he aquí al intentar alcanzar al perro cojo antes de que doble la esquina, va y
pierde un brazo entero. Pero ni siquiera se da cuenta de ello y sigue corriendo.
Una buena mujer lo llama:
- ¡Juan, Juan!, ¡tu brazo!
Pero ¡quiá!, ni la oye.
- ¡Qué le vamos a hacer! - suspira la buena mujer -. Se lo llevaré a su mamá.
Y se dirige hacia la casa de la mamá de Juan.
- Señora, aquí le traigo el brazo de su hijito.
- ¡Oh, que distraído es! Ya no sé qué hacer ni qué decirle.
- Ya se sabe, todos los niños son iguales.
Al cabo de un rato llega otra buena mujer.
- Señora, me he encontrado un pie. ¿No será acaso de su hijo Juan?
- Sí, es el suyo, lo reconozco por el agujero del zapato. ¡Oh que hijo tan distraído tengo!
Ya no sé qué hacer ni qué decirle.
- Ya se sabe, todos los niños son iguales.
Al cabo de otro rato llega una viejecita, luego el mozo del panadero, luego un tranviario, e
incluso una maestra retirada, y todos traen algún pedacito de Juan: una pierna, una oreja,
la nariz.
- ¿Es posible que haya un muchacho mas distraído que el mío?
- Ah, señora, todos los niños son iguales.
Finalmente llega Juan, brincando sobre una pierna, ya sin orejas ni brazos, pero alegre
como siempre, alegre como un pajarito, y su mamá menea la cabeza, se lo coloca todo en
su sitio y le da un beso.
- ¿Me falta algo, mamá? ¿He estado atento, mamá?
- Sí, Juan, has estado muy atento.
 

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